MÉXICO. «Llegó deprimido, cansado de estar huyendo, fue lo que indicó (Joaquín «El Chapo» Guzmán) en su primera declaración cuando llegó al penal, por lo que le entregamos el libro del Quijote», dijo un alto funcionario de la prisión en la que se encuentra el capo de la droga desde que fue recapturado el 8 de enero.
Eduardo Guerrero, el jefe del Órgano Administrativo de Prevención y Readaptación Social, afirmó a Imagen Radio que el narcotraficante más poderoso del mundo ingiere en su celda comida probada antes por un perro para evitar un envenenamiento.
«Al perro se le da alimento que se le va a dar (a Guzmán) buscando cerciorarnos de que no vaya a ser envenenado», dijo Guerrero. «Es nuestra responsabilidad salvaguardar la integridad» de «El Chapo», agregó.
Según explicó, el protocolo se utiliza para resguardar la vida de presos denominados «objetivos prioritarios».
Desde que Joaquín Guzmán se escapó de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano en julio de 2015, se había convertido en el narcotraficante más buscado del mundo. La noche de su última captura fue devuelto a la misma prisión, pero con medidas de seguridad extremadas.
Desde su llegada a El Altiplano, Guzmán ha sido cambiado de celda en once oportunidades, casi una por día. Solo puede comunicarse con sus abogados, aunque ha sido examinado por médicos en tres oportunidades.
Eduardo Guerrero dijo ser el responsable de evitar que el líder del cártel de Sinaloa se haga daño en prisión o de que otros «le hagan daño».
Prácticamente a diario hace un recorrido de supervisión en El Altiplano. «Todos los días me llegan informes de cómo se está llevando a cabo la seguridad», añadió.
Las medidas de vigilancia se redoblaron a raíz de la fuga de Guzmán en julio, la segunda después de la que protagonizó en 2001 de la prisión de Puente Grande, en el occidental estado de Jalisco, de donde escapó metido dentro de una cesta de ropa sucia.
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