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martes, diciembre 24, 2024

Dijeron a su familia que «se fuera preparando»: pasó 38 días interno, pero venció el Covid-19

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CORTÉS, HONDURAS. Casi 40 días interno en distintas salas de Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), los médicos ya le habían dicho a su familia que «se preparara» porque creían que no iba a resistir, pero, increíblemente, contra todo pronóstico humano, don Rodolfo Herrera, venció al Covid-19.

Don Rodolfo llegó desde su casa al Seguro Social portando ya un cilindro de oxígeno portátil, pues, en cuestión de un par de días, el virus hizo estragos en sus pulmones, causándole una neumonía severa.

Todo comenzó con una simple tos y dolor de cuerpo, pero, cuando se sometió a una prueba rápida, su resultado fue negativo. Aún así, por recomendación de los doctores, decidió comenzar a medicarse el tratamiento M.A.I.Z, pero no tuvo ningún efecto.

Fue un domingo por la tarde que sintió que ya no podía respirar. Al día siguiente, se comunicó con uno de sus amigos de la iglesia en la que se congrega, para pedirle que lo llevara al hospital, «pero sólo daba unos pasos y sentía que me ahogaba«.

De inmediato, su hermano fue donde un vecino que tenía un cilindro de oxígeno y demás implementos para que pudiera usarlo y respirar, y posteriormente, lo trasladó al Seguro Social.

Para este punto, ya ni prueba hacía falta: era más que claro que don Rodolfo padecía Covid-19, y los médicos, basándose en su edad y peso corporal, no le dieron muchas esperanzas de vida, contó.

Salas Covid-19, de la 1 a la 9

Experiencias que marcan

En los hospitales de Honduras hay distintas salas para atender Covid-19, las cuales se pueden enumerar desde el 1 en adelante, siendo la primera donde están las personas en condición más grave, y la más alejada del 0, la de los pacientes más estables.

Don Rodolfo estuvo en Covid 1, es decir, a un paso de entrar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Sus pulmones estaban prácticamente colapsados y la única alternativa que tenía para salvarse era soportar el oxígeno de alto flujo, el cual, suele ser molesto y hasta agobiante para los enfermos.

Allí estaba él, acompañado de unas 20 personas más en su misma condición, y vio morir a muchas de ellas ante sus ojos. A veces escuchaba algunos quejidos, luego cesaban, pero, después, se hacía presente el ruido de varias bolsas de nylon: esa era la señal de que alguien había muerto.

«Vi morir a varios, y eso fue bien impactante», recordó don Rodolfo. «Decían ‘no puedo respirar’, ‘ayuda’, y aún así con oxígeno. Los médicos y enfermeras les daban vuelta, les daban palmadas en al espalda, pero muchos moría ahí mismo. La otra opción era enviarlos a la UCI, pero no había cupos», agregó.

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Temía dormir y no despertar

Luego de ver tales escenas, las cuales se quedaron marcadas permanentemente en su memoria, don Rodolfo contó que a veces temía cerrar su ojos, dormir y no volver a despertar, y no porque le tema a la muerte, sino irse «sin poder despedirme de los míos», o sea, esposa e hijos.

Él es cristiano, y aseguró que cada vez que sentía temor, recordaba un pasaje bíblico, el cual dice así: Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba (Salmos 3:5). «Después de eso, el Señor me dio paz en mi corazón, entonces, podía cerrar mis ojos y decir ‘Dios, que se haga tu voluntad'», contó. 

«Cuando estuve en la sala 1, vi morir a seis personas, incluso a dos que estaban a mi lado. A los cuatro días de estar interno, le avisaron a mi familia que ‘se preparara’, porque los medicamentos no me llegaban y yo ya no respondía bien al tratamiento», rememoró.

Un milagro

Pero no siempre los doctores aciertan en sus pronósticos, y aunque su proyección con don Rodolfo parecía estar bien fundamentada, con asombro vieron cómo de una forma que aún no pueden explicar él iba recuperándose.

«Los médicos y enfermeras decían que me miraban bien», declaró. Fue así como don Rodolfo pasó de la sala 1 a la 2, luego a la 3, y así sucesivamente hasta que le dieron de alta 38 días después.

Ya respiraba con normalidad y volvió a su casa sin la necesidad de un cilindro de oxígeno. Lo movilizaron en ambulancia y camilla, pues luego de tantos días acostado, sus músculos se entumecieron y aún no podía caminar. Sus parientes, quienes semanas atrás debían «prepararse», lo recibieron con globos y pancartas.

Al regresar, don Rodolfo dio gracias «primeramente a Dios» y, por supuesto, a todos los médicos y enfermeras que lo atendieron durante más de un mes. «Es increíble la vocación de servicio que tienen, lo hacen con amor y agrado por sus pacientes. Cuando estaba allí, yo les decía que estaban orando por ellos», contó.

Actualmente, don Rodolfo vive con normalidad, siempre cuidándose del Covid-19, y cuenta su testimonio a personas que tienen familia hospitalizada por el virus, exhortándolos a que, pesar de lo sombrío que parezca el panorama, nunca pierdan la fe y esperanza de que todo va a estar bien, como ocurrió con él.


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