TEGUCIGALPA, HONDURAS. Los católicos dieron inicio hoy a la Cuaresma con el denominado «Miercoles de Ceniza», donde en la celebración eucarística se impone sobre la frente de la feligresía una cruz de ceniza.
El tradición de imposición de la ceniza es para los creyentes un simbolismo de la muerte, la conciencia de la nada y de la vanidad de las cosas. Recuerda durante el camino cuaresmal la nulidad de las criaturas frente a su Creador, el arrepentimiento y la penitencia. Además, tiene una base bíblica: «Aunque soy polvo y ceniza me atrevo a hablar a mi Señor» Génesis 18:27.
Este día es para los católicos de ayuno y abstinencia. Asimismo, con el inicio de la cuaresma se observa en el altar y la vestimenta de los sacerdotes el color morado. El color en este tiempo litúrgico simboliza la actitud penitencial.
Lea también: Iglesia Católica: «Nuestra sociedad está dañada por la injusticia y la confrontación
Significado
Las cenizas son un signo visible de la fragilidad del ser humano ante la muerte, el pecado y las tentaciones. Tambien es un recordatorio que Dios creó al hombre desde el polvo, según el cristianismo.
Cabe mencionar que el significado de las cenizas no es de carácter bendicional y sacramental. Únicamente es un signo externo que invita a la conversión, a despojarse del viejo hombre y revestirse de uno nuevo.
Según la creencia católica, la imposición de la ceniza viene a ser también, una reafirmación de la fe cristiana ya que expone la condición pecadora que cada uno lleva.
¿De dónde provienen las cenizas?
Según la guía e instrucción del Misal Romano, las palmas de olivo que sirvieron para el Domingo de Ramos del año anterior son quemadas para obtener las cenizas. Luego se mezclan con agua bendita o aceite de crisma para crear una pasta un poco más espesa y menos líquida.
¿Cúal es su origen?
La historia señala que los hebreos, en símbolo de penitencia, se cubrían la cabeza de ceniza y vistiéndose de aquel áspero paño llamado cilicio.
En la Biblia, Judit, antes de emprender la ardua empresa de liberar Betulia, “entró en su oratorio y, vestida con el cilicio, cubrió de cenizas su cabeza y, postrándose delante de Dios, oró” (Jud 9, 1).
Jesús mismo, deplorando la impenitencia de las ciudades de Corozaín y de Betsaida, dice que merecerán el mismo fin que Tiro y Sidón, si no hacen penitencia con ceniza y cilicio (Mt 11, 21).