Por Luis José Pinto, residente de Medicina Interna en la UNAM, y Gustavo Ramos, internista y gastroenterólogo:
En Honduras, la esperanza de vida de los hombres es 5 años menor que la de las mujeres. Constituimos el 82% de las víctimas de suicidio, el 79.7% de los accidentes laborales, el 75% de los alcohólicos, el 66% de los diabéticos y el 55% de los hipertensos.
Hay ciertas patologías, como los infartos y la cardiopatía isquémica, que, aunque tanto en hombres como mujeres tienen exactamente el mismo mecanismo fisiopatológico, son más mortales en hombres con una relación de casi 2:1, ligado a los retrasos en su atención.
Ser hombre en Honduras confiere el doble de riesgo para casi cualquier enfermedad, condición y discapacidad que amenace la vida. A diferencia de nuestras contrapartes femeninas, que cuentan con programas y campañas especializadas, no existe actualmente ninguna estrategia o política pública orientada a aminorar esta estadística. Lo que se traduce a una menor probabilidad de recibir y buscar atención médica.
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Esta problemática no nos sorprende en absoluto. En nuestros años de ver pacientes podemos ver claramente cómo es este el caso. Si bien nuestros roles históricamente se han ampliado a medida que hemos evolucionado, los roles tradicionales de la sociedad prevalecen. El hombre trabaja y se espera que mantengan económicamente a la familia. Las mujeres, trabajen o no, siguen a cargo y son responsables del cuidado del hogar y del bienestar de los miembros.
Llevan a los niños al pediatra y ellas asisten al ginecólogo. Los hombres, en su mayoría, no están encargados del papel del mantenimiento de la salud familiar y, por lo tanto, no desarrollan una conexión con el mantenimiento de la salud, y más que una medida preventiva se observa como un gasto adicional. Solo se involucran cuando es necesario, y solo acuden al médico después de sufrir una lesión o una enfermedad grave. La salud no forma parte de su rutina.
Una encuesta realizada por Cleveland Clinic hace introspección en este problema, encontró que muchos hombres se convencen a sí mismos de que su condición mejorará por sí sola o pasará.
Otro elemento importante es el miedo a ser vulnerables por ser diagnosticado con alguna condición especifica. Sumado a ello, se calcula que el 37% de los hombres ocultan información importante a sus médicos en muchos casos esencial para el diagnóstico. Existe un cierto grado de desconfianza o miedo a la prohibición para poder mantener hábitos no saludables que han deteriorado su salud hasta ese punto.
La estrategia para mejorar la salud de todos se debe de crear la costumbre de tener un médico de cabecera. Implementar programas de tamizaje para cáncer testicular, de colon, próstata entre otros. Además del manejo y detección a tiempo de enfermedades crónicas como la hipertensión arterial y la diabetes mellitus.
Esto traería consigo un impacto grande en la salud colectiva de la población y así mismo generaría conciencia sobre la necesidad de la medicina preventiva y no curativa. El hombre en nuestra sociedad se daría cuenta que el afrontar los problemas de salud no es muestra de debilidad si no de valentía.