EEUU. Un migrante hondureño, llamado Edín Galeano, de 36 años de edad, sacó todas sus fuerzas e hizo hasta lo imposible para poder reencontrarse con su familia en la frontera, entre el río, bajo el frío de la noche.
El compatriota relató a Noticias Telemundo que llevaba casi seis años sin darle un abrazo a su pareja. Además, dejó a su hija cuando era una bebé, y a su hijo, de 5 años, lo conoce sólo por videollamadas.
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La mamá y los niños intentaron cruzar la frontera dos veces, pero las autoridades estadounidenses los expulsaron: primero bajo el gobierno de Donald Trump y, en agosto de 2021, durante la Administración de Joe Biden.
Desesperado y endeudado por pagar los cruces, Galeano no vio otra alternativa que viajar él mismo a la frontera y evitar a toda costa que la Patrulla Fronteriza encontrara a su familia, pues los procesan y los expulsan sin evaluar las opciones de asilo.
«Yo le hago esta pregunta a muchos padres: ¿qué están dispuestos a hacer por sus hijos? ¿Qué están dispuestos a hacer por su familia?», expresó el hondureño.
Explicó al corresponsal que estaba tomando el riesgo como un padre de familia responsable. «Sueño con esto», aludió. Al mismo tiempo que relató que, para él, sus parientes son lo más importante.
«Siento que nada tiene valor para mí, nada tiene sabor para mí en este país después de cinco años sin ellos», dijo Galeano.
El catracho se aferró a su permiso de trabajo en Estados Unidos. Por otro lado, aseveró al razón por la cual abandonó Honduras: una cicatriz, pues recibió un disparo trabajando de chofer para una campaña política y pidió asilo en el país norteamericano.
Asimismo, mencionó que en el primer viaje de la mamá y los niños costó unos 10 mil dólares, pero los regresaron. Luego unos 9,000 más, y los expulsaron a Ciudad Juárez. Y en la última oportunidad, Galeano tuvo que hacer un pago más, de 2,000, para que los cruzaran de nuevo.
Con la linterna, Galeano ilumina las primeras balsas que cruzan el río. Cara a cara, mira si encuentra a su pareja y a sus hijos. Pero no. Devuelve la mirada al celular, a la ubicación que le enviaron por WhatsApp.
Finalmente, la espera tuvo frutos, cuando el hondureño cruzó el monte a oscuras y se encontró con su familia, y selló el momento con un fuerte abrazo, tras encontrarse en la orilla del Rio Grande, Texas.
«Ahí está mi niña preciosa. Tan lindo mi niño precioso, caramba», manifestó con emoción, con voz entrecortada y entre el llanto y la risa.
A su pareja, cuando la abrazó, le susurró al oído: «¿Tranquila, ok? Tranquila». Mientras Edín repetía: «tan grande mi bebé. Si está grande mi bebé». Sus hijos dicen que ese es su «papi». Lo reconocieron, se reencontraron, lo lograron.
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