HONDURAS. La historia podría variar pero todo comenzó cuando fueron testigos de que el agua subía con rapidez y alcanzó su vivienda. Las pertenencias que les costaron sudor y lágrimas quedaron sepultados pero solo quedaba una opción: salvar su vida.
Ante la rápida y cruel inundación, muchas personas sin pensarlo dos veces buscaron zonas altas y se mantuvieron ahí. Sobre sus viviendas, en el techo de sus casas repletas de agua, esperaron con fe un milagro, alguien que los ayudara.
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No obstante, la desesperación comenzó a ser inminente, el agua seguía subiendo y no había lanchas o helicópteros que llegaran a salvarlos. Desde sus techos clamaron por ayuda, con sus móviles a punto de apagarse, sin comida, sin agua, las lágrimas y la agonía fueron su única realidad durante una y hasta dos noches.
El rescate no llegaba, las noticias circulaban, sin embargo, a muchos de ellos les tocó esperar casi 48 horas, y en la zona norte las personas tuvieron que dormir sobre el techo.
Algunos corrieron con la suerte de poder sacar un colchón, pero a otros les tocó directamente en el techo. También otros tuvieron la dicha de encontrarse en terrazas o atrapados en casas de dos o tres pisos.
Pero, ¿quién duerme cuando el agua amenaza con cubrir el único trozo de techo que separa del agua? Niños, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad, discapacitados, embarazadas y hasta enfermos no pegaron un ojo.
Hondureños en el techo
Imágenes desgarradoras comenzaron a difundirse y el observar cómo cientos de ciudadanos ya estaban a escasos centímetros del agua, en medio de la noche, sin haber comido en todo el día, y sin siquiera beber agua, causaron mucha nostalgia e impotencia.
Los rostros de los damnificados evidenciaba el cansancio, el desconsuelo, pero nunca perdieron la esperanza de que alguien los ayudaría. A algunos les tocó una noche dura, manteniéndose en alerta, mientras seguían clamando llegaran a su rescate.
Las labores de rescate continúan en las zonas más afectadas, como La Planeta, Celeo Gonzáles, La Lima, Potrerillos, Pimienta, entre otros, algunos están a salvo pero a otros hondureños les espera una nueva noche de agonía en el techo.
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