HONDURAS. Algunos consideran que la perseverancia es un sinónimo utilizado para definir a los hondureños, pues aunque tengan circunstancias adversas, siempre buscan oportunidades para salir adelante. Además, se cree que su consistencia los lleva a lugares donde jamás pensaron estar.
Aunque el camino sea difícil, existen muchas historias de compatriotas que sacan el lado bueno, pues enseñan que los malos momentos pasan, y sobre todo, demuestran que siempre existe una luz al final del túnel.
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Los cuestionamientos, los tratos feos, o la discriminación no son obstáculo para algunos, y ese es el caso de Johana Amaya, quien dejó atrás la vida caótica que tenía en Honduras, para abrirse paso a un nuevo mundo lleno de grandes oportunidades.
La hondureña contó en exclusiva a Diario TIEMPO Digital que su vida en el país que la vio nacer no fue diferente a la de otras «catrachas», pues ella se casó siendo apenas una niña de 15 años, en un matrimonio que duró 13 años.
Después de ello, se divorció, producto de eso, quedó con dos maravillosos hijos, el motor que la impulsa. Luego, su vida continuó y volvió a tener una pareja por 4 años, sin embargo, también la terminó.
«El haber terminado esa relación fue uno de los impulsos más grandes que tuve para emigrar a este país», externó.
Johana relató que no tenía mucha ayuda económica por parte del padre de sus hijos, además tuvo un segundo fracaso en su vida amorosa, y parecía que nada iba bien para ella.
«Me sentía derrotada, busqué trabajo por casi un año sin obtenerlo y fue cuando se presentó la oportunidad de emigrar», agregó.
Huyó de Honduras
Otra de las razones principales, fue que ella junto con su hija fueron testigos de un crimen, por lo cual, tuvieron que huir de donde vivían, dejando todo lo que tenían para tratar salvar sus vidas. Así fue como llegaron a Estados Unidos, tuvieron la oportunidad de entrar consiguiendo un asilo por violencia.
«Entramos a un proceso legal con migración donde no me permitían trabajar y mucho menos ser una carga económica para el gobierno», explicó.
No obstante, adiós prejuicios, Amaya no se quedó de brazos cruzados, y empezó como cualquier otro compatriota, limpiando casas, o como lavaplatos.
«Luego empecé a trabajar en cocinas, desde abajo, haciendo ensaladas y así ascendí hasta llegar a cocinera, ya donde se cocinan y se realizan platos mas elaborados», contó.
Ella detalló que su vida en redes sociales llegó sin ella buscarlo, pues cuando ingresó a Estados Unidos, su expareja empezó a denigrarla y a querer hacerla quedar mal.
«Recurrió a lo que todo cobarde hace, publicó fotos íntimas y compartía eso con páginas», afirmó. Por otra parte, cuando su expareja hizo eso, las fotos llegaron hasta grupos donde circulaban «mujeres gorditas».
Comenzaron a llegar los seguidores
«Fue así como fueron llegando los seguidores, recibía solicitudes a diario, fue cuando decidí cambiar mi perfil como un blog personal, vi que ellos gustaban de mis fotos y las ofertas de representar marcas online empezaron a llegar», externó Amaya.
Las buenas noticias iniciaron porque ese fue el impulso para su carrera, inició haciendo publicidad para varias marcas que iban empezando en sus negocios. Sin embargo, Johana no contaba con mucho tiempo para dedicarle a la propaganda de Instagram, su plataforma con más seguidores.
«Trabajaba 12, 14 horas al día, 6 días a la semana, así que mi tiempo era casi nulo, pasaron casi dos años y desde ese entonces mi ahora manager me descubrió», sostuvo.
Cada que la veía, le preguntaba cuándo trabajaría con él, pues a su lado podía crecer y generar más ganancias, pero también la hondureña tenía el limitante del idioma.
Aprender un nuevo idioma
«Frustrante porque tú como persona conoces las habilidades que tienes, pero esa es una piedra de tropiezo enorme. Así que decidí entrar a una escuela de inglés, hice dos semestres y aprendí lo básico», mencionó.
Actualmente trabaja con @fFashionNovaCurve @SHEIN @Curvesence @Yoinplus @Coldswater @flattummy
Otro problema para ella, fue cuando llegó la pandemia, pues estuvo como la mayoría, sin trabajo. Además, manifestó sentirse temerosa por la incertidumbre de que siendo indocumentada no contaba con un seguro social.
«Así que mi manager llegó de nuevo, habló conmigo, me volvió a proponer trabajar con él. Pero, ya en esta oportunidad yo estaba más segura de que podía sostener una conversación con él y le dije vamos a intentarlo”, acotó.
Empezó trabajando con fotos, aunque al principio le tocó invertir en indumentaria, después pudo ver las ganancias y los resultados. Externó que, su manager hacía su trabajo enviando su portafolio a varias empresas.
Al irle tan bien en su nuevo proceso, Johana decidió dejar su trabajo en la cocina, pues ahora tiene un «empleo ideal», desde casa, de forma virtual, creando contenido, y haciendo publicidad.
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