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martes, diciembre 24, 2024

«La Patrona», una historia de sacrificio, mujer valiente, perseverancia y mucho café

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EL PARAÍSO, HONDURAS. Una mujer aguerrida, luchadora, que dio crianza y educación a sus cuatro hijos prácticamente sola luego del fallecimiento de su esposo, con más de cincuenta años de experiencia como caficultora, generando trabajo y divisas para su nación, un ejemplo de sacrifico y perseverancia, se trata nada más y nada menos que de la profesora Juana López, o como mejor la conocen: «La Patrona«.

Actualmente está jubilada, y son sus hijas quienes se dedican a la caficultura, enviando producto a varios países de Europa y a Australia, pero «fue gracias a Dios y al café» que ahora es lo que es.

De la historia de «La Patrona» puede sacar muchísima enseñanza y mensajes inspiradores, los cuales, usted mismo irá identificando a medida que avance en la lectura de esta pieza escrita.

Ya sea que gusta de tomar café o no, conozca o no cuál es el proceso del grano antes de llegar a su tasa, o quizá ve la caficultura como una tarea aburrida, déjeme decirle que la historia de Juana López va más allá de eso, aunque, no deja de ser un bonito cuento con café.

Se lo presentamos a continuación:

Nació en una aldea ubicada en El Paraíso, que, como si parte ‘del destino’ fuese, se llama tal como las momentos que atravesaba su familia en ese tiempo: Dificultades, porque «éramos pobres, pobres», además que su padre murió «dos días después de que nací».

«Mi vida, desde muy pequeña, fue bien sacrificada. Desde los siete años yo empezaba a defenderme sola, no comprometiendo a mi mamá porque era muy pobre. Quedé sin padre al segundo día de nacer. Con sacrificio mi madre me puso en la escuela, pero yo salía a vender de todo para poder ayudarla y así saqué mi primaria», recordó en primera instancia.

Tan solo era una niña, juguetona, alegre y estudiosa, pero a su vez, bastante dispuesta a la hora de hacer con ánimo cualquier actividad productiva cuando regresaba de la escuela y terminaba sus tareas. Cuando era temporada de corte de café, iba junto a su mamá a fincas ajenas a cosechar, y fue allí donde se enamoró de la caficultura.

«Era un anhelo grande tener mis propias fincas, y como siempre se lo pedía a Dios, finalmente Él hizo realidad mi sueño», dijo con tremenda alegría la profesora. Aunque, claro, no vio materializados sus ruegos al Creador hasta años después.

Con beca, se convirtió en maestra

Pero dedicarse al café no era su única gran expectativa, pues también deseaba, desde joven, convertirse en maestra, pero la falta de recursos económicos se oponía entre dicho objetivo. ¿Qué hubiera hecho usted en esa situación? Tal vez, desistir de su meta, pero Juana López se armó de valentía para, por sí misma, dirigirse a la alcaldía municipal y solicitar una beca.

«Le pedí al Señor, a Dios, que yo quería ser maestra. Siempre me dediqué a la iglesia y siempre iba a pedirle a Dios que yo quería ser maestra, y, mire, con mucho sacrificio, fui a pedir, yo, personalmente, a la municipalidad que me diera una beca. Con beca estudié en el Instituto Alejandro Flores», agregó.

«Un excelente esposo»

Los años continuaron transcurriendo y Juana López y su mamá se mudaron hacia la parte más urbanizada del municipio de El Paraíso. En ese lugar fue donde «La Patrona» conoció al «Al Patrón», un joven de familia de abolengo, dedicado a la caficultura y ganadería. Cuenta que, al verse, se enamoraron prácticamente al instante, a pesar de las diferencias del estatus social.

Se casaron y juntos procrearon cuatro hijos, tres mujeres y varón, pero lastimosamente, Juana López enviudó a la edad de 30 años, cuando la mayor de sus hijas tenía tan solo ocho primaveras, y la menor, apenas tres.

«Fue un excelente esposo, compañero y amigo, un gran hombre, dedicado y humilde. Pero, cuando yo enviudé, mi única guía fue Dios. Yo les digo a las mujeres que sí podemos, nada más hay que buscar ideas y sabiduría del Señor. Pude salir adelante gracias a Dios y al café… ¡Bendito sea el café! Con mi trabajo como docente y las fincas, ahora mis hijas son graduadas universitarias», comentó.

A mis hijas enseñé que no tenga pena

La muerte de su amado fue un duro golpe, pero sabía que no era momento de echar todo a perder, sino de trabajar y también enseñar a sus hijas a hacerlo. «Yo no lloré, porque Dios me dio siempre fortaleza y ánimo para seguir adelante por mí y mis hijos».

El esfuerzo dio frutos, y «La Patrona» pasó de tener solo 40 manzanas de terreno a más de 1,000 para sembrar. Por supuesto que no fue de la noche a la mañana, pues al inicio se dirigía a sus fincas a trabajar de ‘Sol a Sol’, y poco a poco, con financiamiento de bancos y beneficios obtenidos por ser maestra, «fui comprando más y más pedazos».

«Con mi esposo solo cosechábamos 100 quintales, pero a raíz de préstamos, yo empecé a adquirir más terrenos. A veces vendía unos para comprar espacios más grandes. Llegaba a las 11 o 12 de la noche de las fincas, de trabajar. A mí me estorbaban los zapatos, así que me iba descalza, porque así no me atrasaba en lavarlos del lodo. Y mire, con gran orgullo, logré gran cosecha. Cuando mi cónyuge murió, solo teníamos 40 manzanas, pero yo alcancé hasta 1,400 manzanas. Antes no teníamos casa, sino que alquilábamos», señaló.

Actualmente, Juana López está relativamente retirada de sus fincas, y son sus tres hijas quienes se dedican a producir café, y más que eso, se propusieron diversificarse y expandirse todavía más, logrando que su marca llegara de forma directa al otro lado del mundo.

«Fui de las mujeres, aquí en el pueblo, que enseñó a sus hijas a que no les diera pena andar con sacos sucios de café. Se iban a medir el grano a los beneficios y les decía que no se avergonzaran de esa clase de trabajo», sostuvo.

«La Patrona» por siempre

Pero, ojo, no se confunda, porque Juana López sigue siendo «La Patrona» a pesar de que ahora sean sus hijas quienes siguen su legado. De hecho, la marca de café fue nombrada, precisamente así, «La Patrona», en su honor, y es la imagen de ésta. 

«Hoy, mis hijas, se dedican a eso, a tostar café y venderlo molido, porque yo lo vendía en grano y húmedo, o sea, le sacaron mejor provecho. Mi hija menor, Roxana Zelaya, ya tiene contactos en Canadá, Australia y Corea. Exportan, incluso, la pulpa del café. (…) Me dicen ‘La Patrona’ porque los empleados nunca me dijeron ‘profe’, sino solo ‘La Patrona’, en la finca, en mi casa, en la calle y en donde sea. Entonces mis hijas tomaron en cuenta eso y decidieron que su producto se llamara ‘La Patrona'», concluyó. 

Galardonada

En 2019, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) entregó un a Juana López «por su valiosa trayectoria, liderazgo como mujer emprendedora y por su aporte al desarrollo económico de Honduras». 

Reconocimiento del COHEP entregado a La Patrona.

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