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sábado, noviembre 30, 2024

Opinión de Carlos Fúnez: Gracias médicos y enfermeras de Honduras

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Carlos Fúnez, ingeniero civil con más de 50 años de experiencia profesional. Fue gerente general del Instituto Nacional de la Vivienda (INVA), gerente de Operaciones de DIMA y gerente de Servicios Técnicos de la Tela R.R. Co.
Carlos Fúnez, ingeniero civil con más de 50 años de experiencia profesional. Fue gerente general del Instituto Nacional de la Vivienda (INVA), gerente de Operaciones de DIMA y gerente de Servicios Técnicos de la Tela R.R. Co.

En esta oportunidad voy a hablar no propiamente de la medicina porque soy una persona muy cauta para no hablar, opinar o disertar sobre temas que desconozco; pero sí puedo comentar sobre la interrelación tan importante entre la medicina, la salud y el bienestar de los países del mundo. Los que siempre guardan entre ellos una gran vinculación social para poder brindarnos buenos patrones sobre la salud pública y un sano y prometedor estilo de vida desde que nacemos hasta que morimos.

Porque nosotros venimos al mundo de la mano de Dios y en más de un 85 % en nuestro país además de la mano de un médico hombre o mujer y en algunos casos morimos de igual forma acompañados por un médico. Tan cierta es esta afirmación que lo primero que todos nosotros vemos al nacer no es la deslumbrante luz que nos brinda el astro rey como regalo de la creación divina, sino que en primera instancia vemos el rostro sudoroso pero muy alegre del médico orgulloso paternal o maternal de haber traído al mundo otro nuevo ser humano. En algunos casos de igual forma morimos, únicamente que en nuestra muerte solo hay llanto dolor y tristeza de nuestros familiares que nos quieren con más íntimo afecto y los amigos más cercanos y sinceros.

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Yo quiero en esta oportunidad hacer un llamado a la comunidad hondureña para que expresemos con alma, vida y corazón nuestra mayor gratitud, reconocimiento y agradecimiento al gremio de médicos y enfermeras de Honduras y que por medio de sus colegios profesionales respectivos les envíen a todos sus agremiados nuestro mensaje de admiración, respeto y gratitud ya que se han y se siguen jugando la vida; muchos de los cuales ya la perdieron como valientes y valeros guerreros soldados de la patria que murieron de cara al sol y con las botas puestas por salvar vidas de sus hermanos hondureños dando con esto un voto de confianza y reafirmación al juramento médico hipocrático de morirse salvando las vidas de sus semejantes. Esto demuestra claramente que la vida de los médicos no solo es de gloria y de triunfos sino también de fracasos y fatalidades al extremo tal que la medicina es considerada una profesión muy noble pero también de muchas alternancias entre alegrías por los triunfos, pero también aparejado con la tristeza de los fracasos. La medicina es la profesión más estresante de la faz de la tierra independientemente de la capacidad del médico debido a que existen muchas situaciones en que las enfermedades con todos sus efectos negativos rebasan hasta los alcances de la ciencia médica. Estos ejemplos los estamos viendo no sólo en Honduras sino en todo el mundo donde el COVID-19 ha segado muchas vidas de médicos y enfermeras y más todavía en la población mundial en general.

Estamos cerca de los dos años de estar sufriendo emocional y físicamente los tristes efectos devastadores de esta pandemia y aún no vemos ni remotas posibilidades de su extinción. Inclusive ni los expertos en este tema pueden presagiar siquiera cuál será nuestro destino final. Debemos llegar hasta su total extinción sin perder nuestro espíritu de lucha, fe y optimismo, ya que al final sólo Dios con su gran poder y su infinita y Divina Misericordia sabe hasta cuándo terminará nuestro calvario de sufrimiento y calamidades por lo que no sabemos hasta dónde llegaremos tanto en el en el duelo de los familiares que han perdido padres, hijos y hermanos, pero que lo han soportado con la decisión de un heroico luchador con resignación, fe y estoicismo.

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A estas personas le dirijo mi mensaje de fe, resignación y esperanza y que levanten altivos su mirada al cielo y que todos prometamos que a partir de todo lo que hemos pasado vamos todos a ser mejores seres humanos unidos por el ardiente sentimiento de la confraternidad que es sin dudarlo lo que Dios quiere y espera de todos nosotros y podemos estar seguros que cuando todos abracemos el camino de la paz alejándonos de rencores y odios entre hermanos, tanto consanguíneos como hermanos en Cristo, el Señor Divino Redentor nos dará nuestra recompensa. Sigamos siempre por el camino del bien que es el que Dios escogió para todos sus hijos para alejarnos de las confrontaciones a muerte de hermanos contra hermanos, hijos contra padres y entonces si podremos valorar lo que significa un buen vivir, la nobleza y la unidad interfamiliar que como un mandato divino debemos no solo de preservarla sino enaltecerla.


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