Preparado y educado en el ámbito de la ideología del liberalismo social, he desarrollado una carrera política dentro del Partido Liberal desde mi adolescencia, organizando congresos de estudiantes de secundaria y universitaria y de jóvenes a nivel nacional con contenido ideológico político, con más de treinta ensayos en diferentes temas ideológicos.
He forjado mis valores éticos y morales en una lucha permanente por establecer los parámetros de combate a los males que aquejan la sociedad: la corrupción, el narcotráfico, la pobreza y las injusticias sociales, siempre conociendo la dialéctica liberal como el arte de descubrir la verdad poniendo de manifiesto las contradicciones en la argumentación del adversario y superando estas a través de la imposición de las tesis, esto sin necesidad de acusar a mis adversarios, y mucho menos tratando de desprestigiar una organización que durante más de cien años se ha convertido en la forjadora de los cambios sociales y más bien luchar por la razón y el bien común.
Lea además – Opinión de Carlos Hernández: «El beato llorón y la maldición de la nana»
He escuchado en diferentes medios de comunicación al ingeniero Luis Orlando Zelaya acusándome en lo ético y moral por mi participación en un cargo de carácter político y el ser funcionario de una institución; al primero renuncié a la propuesta de ser candidato al Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal, así como lo hice también en mi condición de coordinador de campaña del Movimiento Yanista del Departamento Francisco Morazán desde el mes de enero del presente año, para asumir funciones públicas ya conocidas.
Sus acusaciones me motivan más para combatir aquellas propuestas de profesionales que en vez de fortalecer la organización que le ha brindado las oportunidades de trascender, luchan permanentemente por su destrucción, queriéndose convertir en jueces capaz de juzgar las ejecutorias de los principales dirigentes del partido, sin darse cuenta que lo que quiere el partido y el pueblo hondureño es un líder capaz de unir, incentivar, motivar y ejercer influencia en el comportamiento de los ciudadanos, para que a través de cambios radicales se combata la corrupción, narcotráfico, el tráfico de influencia, las coimas y el “tilín tilín” y crear las condiciones de una sociedad en que la inmensa mayoría viva en condiciones dignas.
Hoy es necesario repetir que el Partido Liberal ha tenido como tradición histórica las confrontaciones dialécticas, entre bien y el mal, entre una y otra forma de actuar, entre posiciones ideológicas, pero siempre de manera civilizada dialogando de manera franca para a través de ese método coincidir en lograr las grandes transformaciones de la que se siente orgullosa la ciudadanía, desde el Código del Trabajo, la Reforma Agraria, la Seguridad Social, el Estado de Derecho, la democratización de los partidos políticos, el sometimiento del poder militar al poder civil, la construcción de escuelas, colegios y centros de salud, proyectos de electrificación social en todos los municipios, estas entre las que sobresalen.
Podría interesarle – Opinión de René Chévez: «En bandeja de plata»
A los de larga data liberal, nos toca buscar esos mecanismos de diálogo porque un grupo de dirigentes del actual Central Ejecutivo actúan de manera conservadora y absolutista practican con desesperanza el egocentrismo, el autoritarismo, el cinismo, el rencor, la intolerancia, la agresividad, la deslealtad, la arrogancia, la envidia, la soberbia, la intransigencia, la frialdad, la mezquindad y el egoísmo. Hoy es cuando a los dirigentes de tradición nos toca reivindicar los valores permanentes de dialogo, tolerancia y el bien común.
Autor: Abogado Lino Tomás Mendoza R.
Suscríbete gratis a más información en nuestro WhatsApp. Usted puede hacer clic en el siguiente enlace: http://bit.ly/2LotFF0