La emigración de médicos hondureños ha ido en aumento en los últimos años, sin esfuerzos locales para gestionar, mitigar o dilucidar el impacto de esta tendencia en el ya débil sistema de salud.
Paralelamente, el número y la proporción de médicos extranjeros ha seguido creciendo en la mayoría de los países de ingresos altos: (Alemania, EE.UU., España, Inglaterra), principales sitios de destino de nuestros facultativos.
Nuestro país no cuenta con cifras oficiales para dimensionar este éxodo. Esta migración es motivada por varios factores: desempleo, baja remuneración, inseguridad, mal ambiente laboral; todo esto sumado a una perspectiva idiosincrática colectiva de que al país le está yendo mal y por cómo van las cosas, le irá peor.
Cada vez más, los médicos hondureños prefieren ver a su país como un destino nostálgico al cual volver ocasionalmente de vacaciones, que como un lugar para vivir y establecerse.
La ciencia ha documentado algunos efectos económicos del fenómeno migratorio en diversos estudios realizados en Asia y África, ampliamente aquejados por el mismo; en donde se estima una pérdida combinada anual de 15.86 billones de dólares debido al exceso de mortalidad producido por la ausencia física de estos médicos.
Sin embargo, las divisas generadas por esta población que migra al extranjero han resultado tan cuantiosas que han ocasionado que ciertos países (India, Filipinas) consideren este movimiento migratorio como una de sus estrategias de desarrollo. Tan solo en el año 2010 el Banco Mundial cuantificó 325 billones de dólares en remesas procedentes de médicos laborando en países desarrollados a sus familiares en sus países de origen.
Cifra la cual hace palidecer a la totalidad de “ayudas económicas” brindadas por estos mismos países.
India es el paradigma de este problema. Entre 1991 y 2004 exportó 71,290 médicos principalmente a EE.UU., Inglaterra y la región europea.
Un estudio econométrico analizó la relación que existe entre la densidad de médicos en este país y los desenlaces en salud en la población infantil encontrando un balance en detrimento de dicha población, pero sin influencia sobre la mortalidad infantil, índice de vacunación (principales indicadores en salud) y de manera general con efectos limitados y contrastados sobre la salud de la población. Es decir, en India la migración afecta la densidad de médicos en el país, pero la densidad de médicos en dicho país alta o baja no influye sobre los principales indicadores de salud.
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Por otra parte, la opinión pública tradicionalmente ha asumido que la mal llamada “fuga de cerebros” es otra consecuencia negativa de la migración, porque priva al país del talento “innato” de estos profesionales y ocasiona una pérdida del recurso económico que es invertido por los países en desarrollo subsidiando la educación de los futuros profesionales, la evidencia tangible en este aspecto es escasa y variable. La historia ha demostrado con muy pocas excepciones que es el contexto el que permite que un talento se desarrolle. Muy pocos genios en la historia humana escapan a este paradigma.
¿Sería Salvador Moncada el científico que es de haberse quedado a residir en Honduras? Yo, diría que no.
La mala situación en salud de nuestro país tiene un fundamento sustancialmente económico y organizacional; esto aunado a una clase política desinformada en temas de salud, que necesita ser instruida granularmente de la problemática y orientada hacia sus soluciones.
La figura de ministro de Salud, esencial en la resolución de este embrollo, en nuestro país, queda reducida inmensamente y con cada gobierno que se alterna de cualquier partido, a un médico generalmente con una especialidad clínica, con mucha credibilidad como asistencialista, pero sin una formación formal, concreta y práctica en el trabajo a desarrollar. El perfil del ministro de Salud es la de un gestor, con grandes habilidades comunicativas, conocimiento profundo de la problemática y amplia credibilidad en el medio.
La migración no es un mal, de hecho puede ser beneficiosa, si los que migran logran establecer redes comerciales, y remitir cantidades significativas de ingresos o tecnología, o regresan con mayores habilidades, o si la posibilidad de migrar aumenta los incentivos para obtener educación a los que se quedan. Pero, sobre todo, si tras sus aspiraciones personales subyace la idea de ver a nuestra patria próspera y fuerte, que cada día y cada acción que hagamos en esa tierra lejana se vuelva un esfuerzo consecuente orientado hacia esa meta.
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