REDACCIÓN. El uno de abril del año en curso, el barril de petróleo alcanzó su precio más bajo en 18 años: 16.87 dólares. Para ver un valor de adquisición menor, tendríamos que regresar a noviembre de 2001.
El último registro más barato corresponde al 15 de noviembre de ese año. 16.55 dólares costaba la medida del recurso no renovable. ¿Por qué cayó tanto en aquel entonces? Todo se debe a las repercusiones de los atentados a Estados Unidos el 11 de septiembre.
Ahora, la enfermedad (COVID-19) producida por un virus que se originó en Wuhan, China, giró la economía a tal grado que vemos números similares en esa sustancia tan valiosa a nivel mundial. La cifra más reciente, la que corresponde a ayer, viernes 17 de abril, es de 18.27 dólares por barril.
Esto representa un nuevo detrimento para las finanzas consecuentes del precio del petróleo en la nación estadounidense. Se cuantifica que la baja es de un ocho por ciento.
Ese desplome desmedido derivó en que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) redujera la producción de petróleo para controlar las pérdidas, pero, no surtió efecto.
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Falló el pronóstico e intento de Trump
En búsqueda de revertir los efectos, Donald Trump dejó entrever que tanto Rusia como Arabia Saudí harían recortes masivos en su producción. Trump pidió a la OPEP que se realizara así, y así fue.
No obstante, pese a la petición del presidente del país de las barras y las estrellas, el precio del petróleo siguió su curso decreciente.
Aunque se disparó a 28.34 dólares el barril el tres de abril, a partir de entonces bajó sin control. Nada más unas mínimas alzas porcentuales se han presentado en un par de días, pero el declive es más que notable.
Desde ese pico en el tercer día del mes, el valor ha caído en un 36 por ciento. Para colocar un poco más de contexto a la situación, es importante recordar que, a principios de enero, el barril alcanzó un precio de 63.27 dólares; tomando esa referencia, el valor del crudo se fue en picada: descendió un 71 %.
Según los analistas y expertos, las atípicas fluctuaciones son el resultado de una demanda en recesión y una oferta al alza, consecuente de la crisis por la propagación mundial de COVID-19. La situación, se prevé, puede llevar a la quiebra de muchas empresas extractoras, sobre todo de las de petróleo de esquisto en Estados Unidos.
En Honduras, por octava semana consecutiva se verá una rebaja en la estructura de precios en los combustibles; no obstante, conocedores consideran que no disminuye lo que debería. Además, la tarifa de energía eléctrica no se inmuta.