Wharmby se atiborraba de comida chatarra: hamburguesas, pizzas y emparedados de tocino. Todo ello regado con ocho latas de bebida energizante. Como eso no alcanzaba para desarrollar sus músculos como esperaba, se inyectaba esteroides. Pronto se convirtió en una masa de músculos. Pero hace cinco años y medio algo comenzó a funcionar mal y los médicos le diagnosticaron un tumor en el hígado.
La lucha de este joven británico duró cinco años y medio. Cuando murió tenía 39 años. «Hay una relación directa entre el exceso de esteroides y la muerte del señor Wharmby», dijo la médica forense Lisa Hashmi, citada por el Daily Mail. Para Hashmi, es posible probar que los la causa de los tumores en el hígado de Wharmby fueron los anabólicos.
«La muerte de Dean y la pérdida de una vida tan joven en tales circunstancias debe enviar un mensaje muy claro para todos los fisicoculturistas. El uso de esteroides, que aparentemente es moneda corriente en todas partes, no está exento de riesgos», explicó la médica. Por eso pidió «a todos aquellos que usen y abusen de estas drogas que reconsideren su posición y se pregunten si realmente vale la pena, dados los riesgos para la vida», agregó.
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La lucha de Wharmby contra el cáncer fue también contra sus propios valores y costumbres. Cuando descubrió su enfermedad abandonó su dieta y se volcó a la medicina natural, como el reiki espiritual, y en un momento llegó a tomar hasta 200 comprimidos de remedios naturales por día. También aplicó una dieta estricta, sin azúcar ni carnes. Wharmby habló con el Daily Mail en marzo, meses antes de morir. Entonces atribuyó su enfermedad hepática a «una combinación de todo lo malo» que hizo en su vida. Antes de enfermar fue fisicoculturista durante 20 años. Llegó a entrenar a siete deportistas por día, y la energía necesaria para tanto esfuerzo la encontró en las bebidas con cafeína y una dieta hipercalórica.
Cuando los médicos descubrieron su cáncer le ofrecieron quimioterapia y un trasplante de hígado, pero él optó por la medicina natural. «Me negué desde el primer día. La razón principal por la que elegí lo natural por lo artificial fue porque quiero vivir. Yo no quiero morir», dijo.
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En el primer año, su apuesta fue un éxito y el tumor desapareció. Sin embargo, su trabajo como entrenador lo devolvió una vez más a los viejos hábitos. Hasta que en 2013 se desplomó fuera del gimnasio donde trabajaba. En noviembre de 2014, ya estaba «conectado a cada máquina imaginable», contó, y los médicos le dieron tres meses de vida. El tumor ya era demasiado grande para operar.
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«Me ofrecieron quimioterapia, pero los médicos básicamente dijeron que ya no tenía sentido», explicó. Wharmby volvió entonces a su régimen saludable. Incluso recibió la visita de un médico londinense experto en medicina natural. Pero el cáncer ya había avanzado demasiado. En julio murió.
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