SAN PEDRO SULA, CORTÉS. «Celeste«, palabra procedente del latín caelum, es decir, cielo o firmamento, por lo que solía usarse para hacer referencia a la divinidad, y celeste también es el color con el que se suele vestir a la Virgen María, pues se asocia con la pureza.
María Celeste es el nombre de la protagonista de esta historia, una joven estudiante de la carrera de Medicina en una universidad privada de San Pedro Sula, que en 2019 sufrió un trágico accidente automovilístico, pero gracias a un milagro proveniente del cielo (celeste), sobrevivió y sus secuelas no fueron permanentes.
Todo ocurrió el 12 de diciembre, día que marcó un antes y un después en su vida. Ella, junto a unos compañeros de la facultad, se dirigía hacia un congreso científico, en donde presentaría una investigación.
La acompañaban sus grandes amigos Kristhel y César. Salieron juntos desde la ciudad industrial a las 3:00 de la madrugada, pues debían presentarse puntuales temprano en la capital, pero cuando iban por Comayagua, una falla mecánica hizo que se accidentaran.
«El carro en el que íbamos cayó en un abismo como de 50 metros de altura. Yo iba en los asientos traseros del carro, dormida y sin cinturón de seguridad», es lo último que María Celeste recuerda, pues fue la más afectada de los tres, y perdió el conocimiento.
Acción heroica
Sus amigos cuentan que la camioneta en la que se conducían dio varias vueltas y María Celeste salió despedida por una de las ventanas, cayendo en las poco profundas aguas del río El Rosario. En medio del miedo y confusión por lo que acababa de acontecer, una oportuna acción de César le salvó la vida: practicó una Reanimación Cardio-Pulmonar (RCP).
Kristhel y César, también heridos, trasladaron a su compañera hacia el Hospital Santa Teresa, pues ella era prioridad. Nora, tía de María Celeste, se comunicó vía teléfono con uno de los doctores, quien le dio la noticia que la joven había perdido mucha sangre, por lo que no reaccionaba a los estímulos que le practicaban.
Buena noticia
Ante tal situación, sus compañeros decidieron movilizarla a un hospital privado, siempre en la ciudad de Comayagua, en busca de un neurólogo, por los múltiples golpes que tenía en su cabeza.
El diagnóstico del especialista fue de gran alivio para todos, pues luego de evaluar a María Celeste, dijo que, milagrosamente, no iba a necesitar una cirugía en su cerebro, pues nada más presentaba algunas inflamaciones que podrían tratarse con medicamentos, y esa era la razón por la que no reaccionaba.
Ese mismo día la trasladaron en ambulancia hacia el Hospital Mario Catarino Rivas (HMCR), acompañada por paramédicos, una doctora de su mismo grupo de investigación llamada Tanya, una enfermera y la mamá de María Celeste, quien había llegado a Comayagua tras enterarse del accidente.
Sus compañeros iban junto a Guillermo, un tío de ella. Para este punto, Brigitte, otra compañera del grupo de investigación, jugó un papel fundamental, pues fue quien gestionó todo el proceso.
A pesar de que no lo sabía, nunca estuvo sola
Lo anterior ocurría mientras María Celeste seguía inconsciente, pero demostraba enorme fortaleza y continuaba luchando por su vida. Sus demás compañeros, familiares y amigos de la iglesia, pues es una católica devota, la esperaban ansiosos en San Pedro Sula.
«Llegué al hospital y me cuentan, porque no recuerdo nada de lo que pasó, que eran filas y filas de compañeros para saber cuál era mi estado. Los doctores que me dieron clases también estaban muy pendientes de mí», contó.
Coma inducido
María Celeste entró en un coma inducido desde el 12 hasta el 30 de diciembre, pues era la única forma de que su cuerpo descansara y su cerebro desinflamara. Durante esos días, la fisioterapeuta, Flor, le hacía terapia física diariamente, para que durante su tiempo en cama no perdiera movilidad.
«Mis compañeros de grupo hacían turnos para que no me quedara sola ninguna hora hasta tener cupo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)«, cuenta María Celeste.
Constantemente recibía visitas de sus amigos, quienes, por regla general, debían usar mascarilla y demás implementos de bioseguridad para verla, pues su sistema inmunológico aún era débil. En esos momentos, la pandemia del Covid-19 no había llegado a Honduras.
«Se entregaron a mi situación, además, no se puede dejar atrás el servicio que tenemos con la sociedad ya que pues somos casi médicos, algunos ya lo son, y tenemos como ese fin de velar por la salud de todos», agradeció María Celeste.
De nuevo en casa, ¡Por fin!
Durante su tiempo inconsciente, María Celeste fue sometida a dos procedimientos quirúrgicos: una traqueostomía (desde el primer día), para que pudiera respirar mejor, y también le drenaron uno de sus pulmones, pues había acumulado líquido.
«En ningún momento sentí miedo, porque mi familia, que es la que siempre estuvo ahí, me demostró fortaleza. Claro, a veces era difícil para todos, pero nunca me mostraron que iba a quedar mal, o invalida, o que no iba a poder seguir estudiando. JAMÁS pensé que iba a morir», rememoró.
Y seis días antes de volver a casa, le hicieron una gastrostomía para que se alimentara de esa forma, dieta blanda. La fecha que le dieron de alta, 15 de enero del 2020, le retiraron la traqueostomía. ya podía respirar mejor, sin ayuda.
«Los primeros días en mi casa fueron duros. Me molestaba hasta el sonido de afuera y aparte aún tenía la gastrostomía, la sonda de alimentación, me dolía mucho. Me la lograron remover el 14 de febrero del año 2020», rememoró ella.
Un paso a la vez
Desde su estadía en el hospital y ahora que está de vuelta en casa no ha dejado de recibir y hacer por su cuenta varias rutinas de fisioterapia. María Celeste aprendió a caminar de nuevo, «solo que aún no puedo ni correr, ni saltar», pero ha avanzado muchísimo en apenas un año.
«Con lo de la pandemia y mi condición, no he podido regresar a mis estudios, pero espero en Dios que para mayo pueda reiniciar. Como voy avanzada en mi carrera, es muy arriesgado que vuelva, porque tendría que ir al hospital a hacer turnos por mis clases», comentó.
Pero María Celeste siempre ve lo positivo de cualquier situación, por muy adversa que parezca, y según propias sus palabras, aprendió que «Dios nos tiene preparado algo en este mundo», además, dijo que su fe se «fortaleció inconmensurablemente».
Ahora me levanto temprano a hacer mis ejercicios para estar al 100 %. Actualmente recibo terapia de rehabilitación dos veces por mes, claro, con todas las medidas de bioseguridad. Me adelanto en mis estudios para estar al día, porque en ningún momento se me fueron las ganas de seguir estudiando Medicina», agregó.
Agradecimiento, bueno, primero a Dios, por una nueva oportunidad, a mi mamá, a mi papá, a mi familia en general, a mis amigos de grupo de investigación y a todos los que oraron por mí», cerró.
Y esa es la historia de María, quien hoy cuenta su testimonio gracias a un milagro «Celeste», pues provino del Cielo. Inexplicable para muchos, difícil de creer para otros, María Celeste en la prueba de que sí existe la intervención divina.
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