TEGUCIGALPA. Con pancarta de bienvenida vecinos y familiares del universitario Kevin Solórzano, lo esperaban si la Corte Suprema de Justicia lo declaraba inocente.
Sin embargo, a eso de las 8 de la noche se conoció tras la lectura del fallo, su culpabilidad en el crimen del exfiscal Edwin Eguigure.
Así también, por tentativa de asesinato contra la esposa de éste, un hecho ocurrido en noviembre de 2014.
Tras conocer la resolución y como era lógico de esperar, el llanto y dolor por parte de su madre, padre, familiares, vecinos y amigos no se hizo esperar al saber que su vástago y pariente, el estudiante Solórzano, fue condenado a prisión por los delitos que desde el principio las autoridades de justicia le imputaron.
Una de sus familiares en su desesperación al saber del fallo condenatorio en contra de su pariente exclamó, con voz cortante “delante de Dios y de toda Honduras, Kevin es inocente”.
De acuerdo con lo establecido por la ley, el universitario deberá de purgar una pena de entre 33 a 50 años de prisión.
“Mentira… por Dios santo… no”, fue lo primero que dijo la madre de Kevin, Ana Bety Hernández, en la Sala de Sentencia.
Lo anterior, cuando escuchó el fallo condenatorio contra Solórzano, por el asesinado del exfiscal, Edwin Eguigure.
Al ser asistida por su hija y demás familiares, Hernández, dijo: “Como van a hacer eso. Son unos mentirosos (refiriéndose a los jueces y al fallo).
Asimismo, inmediatamente salió de la Sala de Sentencia y se dirigió hacia un vehículo, en donde la llevaron a su residencia.
“No… por favor, no es culpable”, gritaba, pero su llanto se apagó cuando uno de sus familiares la acomodó en la parte de atrás de una camioneta azul y cerró su puerta.
Caso de Kevin paralizó a Honduras
“Todos sabemos, los jueces lo saben, que mi hijo no estuvo ahí. Qué pasa aquí”, gritaba el padre de Kevin, José Solórzano, cuando salía de la Sala de Sentencia.
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Sostenido por varios amigos, el padre de Kevin se hincó a llorar fuera del edificio. Pero fue ayudado a pararse por sus amigos, quienes lo llevaron a un vehículo, para luego trasladarlo a su casa de habitación.
De allí siguió caminando y repetía insistentemente: “No hay justicia… No hay justicia…” frente a las cámaras de televisión, que lo siguieron hasta su automóvil.
