Asia. Niños que mueren en los pasillos del hospital, cuatro enfermos en la misma cama, pacientes a los que les colocan el suero intravenoso sentados en su coche porque los centros sanitarios están saturados.
Esta ineficiencia la viven miles de probadores de Yemen, debido al incremento del cólera.
En un país en el que la infraestructura vital sigue siendo destruida por una brutal guerra.
El número de afectados por el brote de cólera, una aguda enfermedad intestinal muy contagiosa, se multiplica día a día. Al borde de la hambruna y sin ayuda humanitaria: la lucha de los bebés por sobrevivir en la guerra de Yemen
Pero a pesar de lo expandido del padecimiento los hospitales no huelen a vómito o a diarrea. Lo que los inunda es el olor corporal, como testimonio de la sobre-población en muchas de estas instalaciones.

Aunque en las habitaciones y en los pasillos, abarrotados, reina el silencio.
Los padres sujetan las manos de sus hijos, a muchos de los cuales los ojos ya se les voltearon.
Sobrecargado, el personal médico hace lo que puede, pero con frecuencia no cuenta con suficientes suministros o conocimientos; la razón por la que el cólera se está propagando tan rápido.
La enfermedad ya ha infectado a más de 200.000 personas en todo el país y se espera que pueda llegar a afectar a 500.000.
Los muertos superan los 1.300. Este mal no debería ser tan feroz.
Prevenir el cólera es, en teoría, simple: tienes que lavarte las manos con agua limpia, beber agua limpia, comer alimentos que hayan sido cocinados o hervidos.
Pero el agua limpia es un lujo en Yemen.
Además, hace meses que a los empleados municipales de Saná no se les paga.
Así que no tenemos electricidad, la basura se acumula en la calle y el sistema de agua está dañado.
El alcantarillado dejó de funcionar el 17 de abril

Ante ello, es necesaria una respuesta contundente y hasta ahora la comunidad internacional no le está prestando suficiente atención a lo que está sucediendo aquí.
Hasta hace relativamente poco Yemen era un país que marchaba.
Situado en el extremo sur de la Península Arábica, siempre tuvo sus deficiencias, pero los sistemas de educación y de salud funcionaban.
Había agua corriente y electricidad las 24 horas del día, se recogía la basura.
Pero en un sorprendentemente corto periodo de tiempo, esto, que constituye los pilares de una sociedad saludable, se derrumbó.